Unas veces funciona el truco del postre,
otras la actividad
atractiva del fin de semana y otras, las menos, las amenazas con un castigo.
Pero, en cualquiera de los casos, la comida se eterniza por culpa de las
verduras. ¿Qué podemos hacer para que se lleven a la boca el puñado de vitaminas
y minerales
que contienen los productos de la tierra?
Un gesto tan simple como permitir a un
niño pequeño elegir libremente qué verdura le gustaría comer,
ayuda a aumentar el consumo de estos alimentos en la población infantil. Cuando
pueden elegir, los pequeños menores de seis años ingieren hasta un 80 por
ciento más de verdura.
Pero, ¿qué tienen las verduras para
que no les gusten a los niños? Los investigadores apuntan a que el sabor amargo del calcio, muy presente en
verduras como las espinacas y acelgas, la col, la cebolla, o el brócoli, puede
ser un factor sensorial que influye muy negativamente en el consumo infantil.
Por eso, es fundamental tener un poco de picardía y maña para cocinarlas de
forma atractiva y saber combinarlas con salsas, lácteos, tomate y otros
ingredientes que enmascaren el sabor amargo que suelen rechazar los niños.
Trata de cocinar las
verduras en platillos que les agraden a los niños, tales como:
Los purés
y las cremas suaves aderezadas con quesito y crema, pasta con un poco de
verduras en una rica salsa de tomate o boloñesa, tortitas de espinacas, etc.
Trata y verás que obtendrás una buena respuesta. Habrá un menor rechazo y los
peques no se negarán a comerlas.
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